Hace bastante tiempo que no veía a mi abuela, ella ha estado bien ocupada pues se vendió la propiedad donde ella vivía, eso ha significado grandes cambios en mi familia, cuando de dinero se trata es increíble como los parientes lejanos aparecen, y es por esta misma razón que mi abuela está de incógnita por la vida, nunca se sabe si está en Santiago o en Valparaíso.
El punto es que hoy la vi, y está muy viejita, linda como siempre, leyendo algún libro y cocinando tan rico como siempre, un poco más pequeña que antes, con el pelo todo blanco, no se veía pena por la demolición de su casa de más de 70 años, algo de nostalgia si, pero pena no… aunque cuando hablamos del parrón donde se casó su nieta, y nos juntábamos a almorzar noté que los ojos le brillaban.
Ahora vive en una casa linda, mucho más pequeña, transitoria mientras encuentra una casa en Valparaíso, llena de cosas antiguas, y mientras cocinamos esta mañana ella me enseñaba, como cuando yo era chica, la mejor forma de preparar el guiso de piñones, y recordó que me enseño a hacer la lecha asada, que por cierto no me queda como a ella, y ella a su vez me consuela y me dice que es cosa de tiempo, (no sé si lo dice literal o se refiere a mi edad).
La antigua casa ya no existe, y cuando hoy pasé por ese lugar sentí el vacío… y por coincidencias de la vida unas señoras pasaban por mi lado comentando que la paquetería de la Señora maría estaba derrumbada… para mi abuela no solo es su paquetería fue su vida y quizás por eso es que hoy cuando compartí con ella, debía gritarle para que escuchara lo que conversábamos… cada día está más sorda, será quizás porque no quiere saber más de nada?
En esa casa –ella dice- se reunía con mi abuelo, y pasaban noches maravillosas juntos, y que ahora esa casa no está y que no sabe si “Emilio” la irá a ver a Valparaíso, dice que es muy lejos y que el viaje es largo para hacerlo todos los días, eso me llenó de nostalgia pues la vi en ese momento muy triste.
Creo que el derrumbe de la casa donde mis bisabuelos emergieron de la desde la lejana palestina nos ha marcado a todos, y todos hemos sentido el vacío al ver el terreno pelado, sin parrón, sin los gatos, sin el olor a comida árabe, sin la alegría de todos los que entraban a la paquetería a comprar el calzón con pierna o el piluchito para la nieta, y cuando preguntaban por mi abuela para que les hiciera un precio y mi tía no la dejaba porque ella –corazón de abuelita- hacia una rebaja del 70%... No sé como será la sensación de ver a Tricot con su propaganda en el terreno… ya no es la casa de mi abuela y me habría encantado poder salvar ese lugar de una multitienda, me habría encantado que mi abuela hubiese pasado sus años ahí con mi abuelo. Pero todo evoluciona, dice mi tía… y ellas parten de nuevo, por suerte no tan lejos.
Yo espero que el tiempo no me quite el recuerdo de los olores, de los escondites, del babarua y de las cerezas, de los “candys” escondidos debajo del mesón, y de los cumpleaños, almuerzos, y tardes que pasé con mi abuela bajo el parrón.
El punto es que hoy la vi, y está muy viejita, linda como siempre, leyendo algún libro y cocinando tan rico como siempre, un poco más pequeña que antes, con el pelo todo blanco, no se veía pena por la demolición de su casa de más de 70 años, algo de nostalgia si, pero pena no… aunque cuando hablamos del parrón donde se casó su nieta, y nos juntábamos a almorzar noté que los ojos le brillaban.
Ahora vive en una casa linda, mucho más pequeña, transitoria mientras encuentra una casa en Valparaíso, llena de cosas antiguas, y mientras cocinamos esta mañana ella me enseñaba, como cuando yo era chica, la mejor forma de preparar el guiso de piñones, y recordó que me enseño a hacer la lecha asada, que por cierto no me queda como a ella, y ella a su vez me consuela y me dice que es cosa de tiempo, (no sé si lo dice literal o se refiere a mi edad).
La antigua casa ya no existe, y cuando hoy pasé por ese lugar sentí el vacío… y por coincidencias de la vida unas señoras pasaban por mi lado comentando que la paquetería de la Señora maría estaba derrumbada… para mi abuela no solo es su paquetería fue su vida y quizás por eso es que hoy cuando compartí con ella, debía gritarle para que escuchara lo que conversábamos… cada día está más sorda, será quizás porque no quiere saber más de nada?
En esa casa –ella dice- se reunía con mi abuelo, y pasaban noches maravillosas juntos, y que ahora esa casa no está y que no sabe si “Emilio” la irá a ver a Valparaíso, dice que es muy lejos y que el viaje es largo para hacerlo todos los días, eso me llenó de nostalgia pues la vi en ese momento muy triste.
Creo que el derrumbe de la casa donde mis bisabuelos emergieron de la desde la lejana palestina nos ha marcado a todos, y todos hemos sentido el vacío al ver el terreno pelado, sin parrón, sin los gatos, sin el olor a comida árabe, sin la alegría de todos los que entraban a la paquetería a comprar el calzón con pierna o el piluchito para la nieta, y cuando preguntaban por mi abuela para que les hiciera un precio y mi tía no la dejaba porque ella –corazón de abuelita- hacia una rebaja del 70%... No sé como será la sensación de ver a Tricot con su propaganda en el terreno… ya no es la casa de mi abuela y me habría encantado poder salvar ese lugar de una multitienda, me habría encantado que mi abuela hubiese pasado sus años ahí con mi abuelo. Pero todo evoluciona, dice mi tía… y ellas parten de nuevo, por suerte no tan lejos.
Yo espero que el tiempo no me quite el recuerdo de los olores, de los escondites, del babarua y de las cerezas, de los “candys” escondidos debajo del mesón, y de los cumpleaños, almuerzos, y tardes que pasé con mi abuela bajo el parrón.